Internet ha demostrado ser más de lo que pensábamos: gracias a ella hemos descubierto que se puede detener un desahucio, forzar la dimisión de un político corrupto e incluso iniciar la mayor revolución ciudadana que ha vivido el mundo árabe. La red tiene múltiples utilidades pero, por su carácter masivo e inmediato, tiende a dar por buenas realidades completamente distorsionadas. 

Internet ha demostrado ser más de lo que pensábamos: gracias a ella hemos descubierto que se puede detener un desahucio, forzar la dimisión de un político corrupto e incluso iniciar la mayor revolución ciudadana que ha vivido el mundo árabe. La red tiene múltiples utilidades pero, por su carácter masivo e inmediato, tiende a dar por buenas realidades completamente distorsionadas. 

El pasado lunes, mientras Occidente permanecía en shock por los atentados de Boston, miembros del foro 4Chan desarrollaban una investigación paralela a la del FBI. A través de 57 instantáneas del lugar de la deflagración, el estudio traza la dinámica de diversas asistentes a la maratón, muestra posibles emplazamientos de las ollas y somete al escrutinio público la actitud de algunas personas. Un trabajo muy coherente, que plantea hipótesis lúcidas, con un solo problema: acusa de terrorismo a dos personas inocentes.

Durante los primeros cuatro días el 4Chan Think Tank ha atraído la atención de 3,5 millones de usuarios. De hecho, hasta que ayer el FBI publicase las imágenes de los supuestos atacantes, los postulados por 4Chan han sido los principales sospechosos para casi todo el mundo. Tanto es así que el jueves The New York Post abría con la fotografía de los chicos bajo el titular: "Los hombres de la mochila: los Federales buscan a estos dos fotografiados en la maratón de Boston". Para terminar de cuadrar el círculo, uno de ellos es musulmán.

Todo encajaba, pero era falso. En realidad el FBI a quien estaba buscando era a los hermanos Tzarnáev y no al pobre Salah Eddine Barhoum, un postadolescente cuyo rostro terminó en portada solo por acercarse a ver la maratón. "Tanto mi amigo como yo solo somos atletas, personas a las que nos gusta correr y ver cómo otros corren", explicaba Barhoum a New York Daily News

La noticia cayó como un misil en la casa del joven norteamericano de origen marroquí: "De repente llegaron 200 mensajes a mi móvil. Es un completo desastre, me culpan de todas las muertes y las lesiones de aquel día. Es lo peor que me podía haber pasado", le contó a la prensa en presencia de sus padres. 

Al parecer, Salah solo quería pasar una tranquila mañana haciendo deporte con amigos y, de paso, retratarse en el photocall para tener un recuerdo para la posteridad.
Barhoum, aconsejado por su familia y amigos, se entregó a la policía el jueves. Le retuvieron 20 minutos en sus instalaciones antes de negarle como sospechoso. Lo único que le recomendaron es que eliminase su perfil de Facebook para no recibir más amenazas. "No lo voy a hacer, porque no tengo nada que esconder. Que entre en mi perfil quien quiera para comprobar que soy una persona normal que nunca ha hecho nada malo a nadie", relata él.

Sin disculpas

No obstante las amenazas prosiguen. En los últimos días algunas personas le han increpado con gritos racistas mientras corría por la calle, como todas las mañanas. Su padre, ex atleta olímpico, está sufriendo especialmente el trance, dado que ha tenido que luchar por integrar a su familia en Massachusetts, uno de los estados más tradicionalistas del país, y ve cómo todo se ha venido abajo de la noche a la mañana. "Quienquiera que haya hecho esto es un auténtico criminal. ¿Quién va a pagar por este error? Nosotros. ¡Ni siquiera puedo mandar a mi hijo al colegio!", lamentó ante los medios de comunicación.

¿Y qué sucede con el New York Post? Que se pone de lado. Apenas una horas después de que se destapase el fiasco de su portada, el editor del tabloide colgaba en Twitter: "Respaldamos nuestra historia. La imagen de portada fue enviada a las autoridades ayer por la tarde y es cierto que estaban buscando a estos dos chicos. Nosotros no los identificamos como sospechosos". Efectivamente, en ningún momento escriben esa palabra, porque se trata de una canallada milimetrada de la que no solo saldrán impunes, sino que ni siquiera tendrán que pedir perdón.